enero 03, 2006

Volví a escuchar esos golpecitos...

Hoy estrené mi cicla:

me levanté muy tarde, casi a las 10 de la mañana porque me había quedado leyendo Opus Nigrum como hasta las 2.00. Me despertó un vecino que estaba martillando en mi pared, o una muy cercana. Influenciado por el mundo de los sueños, imaginé que ese ruido provenía de los golpecitos que daba mi madre en su telar, como cuando era niño. Esos ruiditos cortos, secos y no muy presentes pero persistentes que producía el peine al aplanar los hilos nuevos que iba colocando. Hace no mucho vimos uno de sus tapices en la carpeta de Abel, que los vende por varios miles de dólares, por qué no le sigues, si te quedaban muy chidos??

Hice una ruta un poco rara. Del taller donde le pusieron aire a las llantas bajé por el río Besòs hasta el mar, pasé por una zona en la rivera del río que está acondicionada para caminar, correr y pasear en bici, con un área de pasto como de unos 20 metros desde la orilla. Después seguí el litoral hasta el edificio del fórum, donde tomé el camino del tram por la calle Diagonal hasta Glòries, donde está la famosa torre Agbar. Recogí unas cosas en la escuela y me fui hacia el centro. Mientras iba pedaleando pensé que es un lujo andar en bici y que esta vez no voy a dejar que me la roben, como las otras dos veces. Mis dos bicicletas anteriores estaban geniales, la primera me la traje yo mismo en el avión en un bulto mal embalado (en Estrella Blanca), enorme. Me tardé muchísimo en volverla a armar y a las dos semanas me la robaron en el parking de la escuela. La otra me la trajo mi hermana, una bici un poco más chica, roja, con suspensión en los dos ejes, al igual que la otra.

En esa bici roja me caí una noche que venía de casa de Valentín y David Catalunya: habíamos cenado de lujo, el Valen hizo bacalao al horno, y nos habíamos atascado de vino blanco, y entonces yo venía bastante mareado, al rededor de las dos de la matinada. En la recta final hacia mi casa, un trayecto que de ida me costaba 15 minutos y de regreso 25 o 30 por la subida, hacia un sprint y me gustaba imaginar que iba en avión en vez de en bici, y que ese tramo era el correspondiente al que pertenece a la torre de control del aeropuerto a donde vas a llegar. Venía a mi máximo, metido en mi imaginación, cuando sale un tipo de una esquina sin más. Sólo gritó "joder", yo, más educado, le grité cuidado!!! y zas! Quedó en el piso con mi bici encima. Yo salí volando varios metros y caí de pie. No me pasó nada. Mi deber de ciudadano cívico me decía que tenía que preguntarle si estaba bien, pero por si se me ponía flamenco me fui en friega.

Hoy no fue precisamente el día más productivo de mi vida, pero recorrer esos lugares en la bici a donde fuimos muchas veces, pasar frente a la Pompeu (el nuevo campus de la comunicación) donde me caí hace poco tratando de impresionarlo al andar sin manos, recorrer las ramblas y hacer la misma ruta que alguna vez hicimos, me hizo bien.

No quiero volverme melancólico crónico pero de momento es lo que hay.

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