febrero 05, 2008

turbo

Hoy la vi. Desde hace tres años estaba seguro que la volvería a ver, y hoy, finalmente, la vi otra vez. Había pensado muchas posibilidades de lo que podría pasar cuando la viera, si la vería de prisa, distraído, si la vería y correría tras de ella, si le gritaría, si la reconocería. Había teorizado mucho sobre mi reacción al verla. Y finalmente lo que pasó fue que me quedé inmóvil. No hice nada, paralizado. La tuve frente a mi el tiempo que tardó el semáforo de peatones en cambiar a verde, a pocos metros, tal vez dos, de mi. Petrificado. La conversación con Dani interrumpida por un silencio. Un silencio largo e inesperado. Y exactamente en el momento en que hechó a andar, tuve la certeza de que era élla. La misma bicicleta que hace tres años llevé a embalar al Estrella Blanca de Buenavista para poder subirla al avión, la misma que poco tiempo después llevé en taxi, junto con una maleta de 22 kg, del aeropuerto del Prat hasta el piso aquél en el que viví con mi tocayo y con Raúl, mi primer casero en Barcelona; la misma que viajó 10,000km en una caja de cartón enorme, llena de pedacitos de unicel, que luego armé yo mismo y que luego me robaron de enfrente de la escuela, dos semanas después de usarla por primera vez.
Reflexionando un poco, en la distancia, me convenzo de que mi reacción fue lógica, mi parálisis. Teníamos un problema gordo pues habíamos rentado una camioneta para el concierto del día siguiente en Vilafranca, y no me dejaban sacarla del estacionamiento porque mi carnet de conducir no es válido. He rentado ahí mismo varias veces, y nunca había tenido problemas. Estaba muy preocupado, tratando de encontrar una solución, caminando con Dani hacia la calle Tarragona, y cuando estábamos ahí, en la boca de metro, fijé la vista en la bicicleta, una de tantas que se ven cada día, parada en un semáforo, esperando el cambio de luz. Pero esta era diferente, especial. A pesar de estar pintados los amortiguadores y sin las calcomanías originales, reconocí el cuadro azul marino, alto, con una soldadura en el centro, el amortiguador trasero, los amortiguadores gordos. Me le quedé viendo, pensando no puede ser, es mi bici, viendo lo que le hábían hecho tres años con otra persona, y todavía me dio tiempo para repasar rápidamente al ocupante: un paleta con el típico over all azul, de unos 45 años de edad, el pelo canoso, ni gordo ni flaco, la actitud indiferente.
En arrancar le dije a Dani no puede ser, es mi bici, muy sorprendido él de que cambiara el tema tan bruscamete después del de por si inerperado silencio, y me hizo las preguntas lógicas, estás seguro, por qué no le dijiste nada, por qué no lo detuviste, qué vas a hacer.
Ahora no estoy seguro de volverla a ver, pero me siento feliz de haberla visto rodando y saber que de vez en cuando, o al menos una vez, pasó cerca de mi y de mi casa...

3 comentarios:

La Chili dijo...

El nuevo Tonatiuh, más leible, mas de verdad, más el viejo Tonatiuh.
¿Te acuerdas que acá, lejos, dejaste una novia que unuca fue tuya, un hijo que tampoco fue tuyo y un amiga que te ha tenido de siempre en el amueblado de su corazón?
Que bueno que escribes.
Que bueno que estás.
Que bueno que viste la bici, yo no se si reconoceré la mía, que también viajó mucho, de New Orléans a Costa Rica y después de mucho insistir a mi padre, llegó a México, donode me llevó embarazada a cada clase de yoga, y después fue robada, junto con una benotto que si valía la pena. Era rosa chillonsísimo, pero yo la quería.
Te extraño.
Te quiero.

Anónimo dijo...

donde andas estas bien? te he mandado mails!!!

Karla dijo...

Me gusto mucho como hablabas de tu bici, pero casi termino en la histeria pensar que no te acercaste a ella!! Pero bueno en ocasiones hay romances que se dejan en el mejor episodio para no arruinar el encanto y pues tu ciclo con la bici te lo cortaron y pues a recordar lo bonito. Suerte!