febrero 10, 2006
Algunas fotos inconexas de esta etapa narcisista que estoy pasando. Es muy extraño este ejercicio de soportarme a mi mismo en una imagen, que además verán todos vds. Nunca me han gustado las fotos pero es un experimento, quiero ver los estragos de la tormenta, ahora que ya está dando paso a una calma mucho más conciente.
En la primera estoy con Elisa, en casa de Alejandro, muy cerca de aquí, en el barrio del Clot. Ya vieron cómo me tiene abrazado? Se ve que me quiere, no? Jejejeje. Luego, la típica foto de turista en el Park Guell. Un café en plaza Sant Jaume y la casa de Alex otra vez. A pesar de que no salen, cuando veo estas fotos pienso en mis tres amigas cantantes que ahora están de regreso en Méx y que marcaron el inicio de este año en mi, sigo pensando en algunas de sus frases: no son frases preconcebidas, prefabricadas, son frases que resumen experiencias y que me hacen pensar en aquél dicho que me vino por la vena paterna que dice "nadie escarmienta en cabeza ajena".
Por ejemplo, dice Elizabeth que el amor está dentro de nosotros mismos, no en el otro. Que aún cuando se pueda llegar a sentir cerca de la muerte, de que no vas a encontrar a nadie igual, que no hay nadie tan bueno ni tan apto para compartir la vida, siempre hay un camino, una salida.
Rosa Elena me enseñó sobre la fuerza. La determinación. Y me recomendó tener un pasatiempo, algo manual que no me demandara pensar. Y por eso estoy cocinando tanto. En pocas semanas he hecho varias recetas de mi madre, de mi padre y de mi madrina, y ya hay un libro en mi mochila de recetas de la Toscana.
Rebeca comparte con mis otras dos amigas la perseverancia, el trabajo para llegar a un objetivo. La dedicación. Siempre sin perder la alegría.
Son días difíciles de mucho tiempo libre, para pensar. Ayer tuve a mal combinar un vaso de vino, bueno, quizás dos, con jazz (no me acuerdo del grupo!) contemporáneo y el soneto del Niño Amor de Quevedo (lo pueden encontrar en antrobiótica, en el post de la biografía de un soneto)... malas consecuencias. Le decía a Rafael que siento como si me faltara algo, como si estuviera dividido, como si de pronto me hubieran dicho: "ves esta mano?, pues no es tuya, nunca lo fue y la tienes que devolver, te la vamos a cortar". Una mano que bien pronto se hizo parte de mi existencia, sin notarlo (por qué todo adquiere este caracter de cliché tan detestable?), y que inundó todos sus niveles. Una mano que me enseñó a reconocer sin ver ni oler ni escuchar a la persona que, cuando me abrazaba, me hacía sentir esa frase tan hecha de: soy de aquí, yo soy de estos brazos.
Ya no pienso en ser feliz, apelo a mi impronta de supervivencia y de ella me aferro, por lo pronto no pido más. Yo que siempre fui en contra de aquellos que ahí se la llevan, que ahí la van pasando. Ya puedo decir que conozco el vivir con amargura, a sabiendas de que está cada día más lejos y que es cada vez más inalcanzable. Hoy nos tropezamos en el messenger y después de un rato le pregunté si era feliz. Que tontería. Como para decirle que si valió la pena irse. Pero creo que ese tema ni siquiera fue decisivo.
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3 comentarios:
me conmovió mucho este post. en serio. sobre todo que hayas puesto: ya no pienso en ser feliz.
me sentí acompañado. yo tampoco lo pienso ya: me resigno a vivir en la amargura.
saliste muy guapo.
pon más.
tu screta admiradora.
Hazte un Hi5, para que veas las fotos de tus cuates...
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